Leovigildo reduce la separación entre hispanorromanos y visigodos y este acercamiento entre los dos pueblos culmina con la labor de su hijo Recaredo y su conversión oficial al cristianismo, hecho que queda reforzado por la actitud de la Iglesia católica hispana manifestada en el Concilio III de Toledo (589). El Concilio III de Toledo es el acontecimiento culminante de la vida religiosa de los visigodos. Así, por medio de la unidad religiosa y la conversión de la población arriana al catolicismo, se logra la unidad política y la definitiva conciencia nacional y estabilidad territorial.
En el siglo VII se produce la obra culminante de la legislación visigoda, el Liber Iudicorum, promulgado por Recesvinto en el 654. Su novedad fue el ser el único cuerpo legal que podía ser utilizado en los tribunales por los jueces, tanto para visigodos como para hispanorromanos. Pero a pesar de la unificación étnico-religiosa “empezó a producirse, a mediados del siglo VII, la desintegración del estado visigodo, que tendía a una progresiva fragmentación en unidades locales reducidas en un evidente proceso de feudalización con frecuentes sublevaciones de nobles, principalmente en la Septimania, la Tarraconense y la Bética. Los últimos años de la monarquía visigoda se caracterizaron también por las frecuentes tensiones sociales y fugas de esclavos, y por la aparición de algunas hambrunas y epidemias que diezmaron la población. Era el fin definitivo de una época.“ La invasión musulmana en 711 significó la desaparición del reino visigodo.
2) El contexto cultural
La cultura hispano-visigoda era, fundamentalmente, una cultura eclesiástica, basada en la religión cristiana, el hecho que se reforzó ante todo después del IIIer Concilio de Toledo en el cual la Iglesia adquiere una importancia capital y participa e influye de modo particular en la vida política, económica y cultural.
La Iglesia visigoda hispana se distinguirá de la “universal“ por su liturgia, sus disciplinas propias, la vinculación con la Corte y la administración, sus concilios y por su labor de gobierno. Durante los siglos VI y VII se formó una liturgia propia de Hispania que ha sido llamada hispana, visigoda o mozárabe, y que ha sido suprimida en 1080 por la aplicación de la reforma gregoriana. Si la unificación de dogma se realiza a finales del siglo VI, la unificación de liturgia se produce en el Concilio IV de Toledo (633) y ésta trae consigo una serie de consecuencias culturales para toda la población: la regularización de los ritos y fórmulas permitió que la liturgia se convirtiese en un medio de comunicación para los fieles, consiguió la adquisición, desde el punto de vista literario, de ciertas técnicas retóricas y dialécticas, lexicográficas y hasta gramaticales.
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