1) El contexto histórico
La penetración de grupos bárbaros en la Península Ibérica se produjo en el año 409 d. C., probablemente, por la ruta de Roncesvalles. Desde 409 hasta 411 vagaron de un lado para otro. El 411 los vándalos asdingos se situaron entre los ríos Miño y Sil y la costa cantábrica, los suevos entre los ríos Duero y la línea Miño-Sil, los alanos en las provincias romanas Cartaginense y Lusitania y los vándalos silingos en la Bética. La provincia romana Tarraconense permaneció integrada directamente en el Imperio romano. Como consecuencia de estos asentamientos, el gobierno imperial trató de recobrar su dominio sobre Hispania pactando con otro pueblo germánico, los visigodos. Éstos, desde el sur de la Galia, colaboraron en la lucha y control contra los pueblos germánicos invasores en la Península, y defendieron los intereses de la clase dirigente hispanorromana, expulsando y aniquilando a los vándalos asdingos y alanos por el rey Valia (417-418), mientras que los vándalos silingos emigraron a África en 429. Los únicos invasores sobrevivientes que permanecieron en la Península fueron los suevos .
Los visigodos fueron consolidando poco a poco su poder en el territorio peninsular durante noventa años (415 - 507), con centro en Tolosa, en la Galia. En el 507, el reino de Tolosa dejó de existir y tras la batalla de Vouillé, cerca de Poitiers, con la derrota del ejercicio visigodo éste pasó a la Península Ibérica, aunque la población visigoda se había ido desplazando con anterioridad a esta fecha, ya entre los años 490 y 506, en grupos relativamente numerosos, que se instalaron en la mesesta norte y en el valle del Ebro. El siglo VI, y sobre todo su segunda mitad, se caracterizó por la actitud innovadora de afianzamiento y por el nuevo concepto de la monarquía germánica, fuerte y centralizada, con marcado carácter bizantino. El proceso político de unificación nacional, basada en primer lugar en la conquista militar, había comenzado con el reinado de Leovigildo, que se centró en el sometimiento del reino católico de los suevos (585), en la reducción del área bizantina en el sudeste peninsular, y, en el norte, en las luchas contra los cántabros, astures y vascones, que se retiran a las montañas.
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