Que éste es un proyecto vital asumido por el espíritu castellano nos lo muestran obras posteriores de las cuales sólo basta recordar El villano en su rincón y El Alcalde de Zalamea en las cuales sus protagonistas quieren conservar el status dentro del cual nacieron, por ver en ello un designio divino.
4. ESTRUCTURA POLÍTICA, SOCIAL Y FAMILIAR.
La primera tirada, centrada en el dolor del hombre injustamente desterrado, sólo utiliza verbos en singular en los ocho primeros versos. El último verso, introduce a los antagonistas: míos enemigos malos y el verbo aparece en plural me an buolto. Se establece así la relación protagonista-antagonista en plural y marcado con el epíteto malos que, por oposición deja en el plano de lo "bueno" al acongojado héroe. En la segunda tirada aparece la pluralidad indeterminada en el verbo: pienssan, sueltan, ovieron que sugiere la presencia de otros al lado del protagonista hasta que se condensa en un otro que une su destino al del Cid: albricia, Albar Fáñez, ca echados somos de tierra! Mas a grand ondra tornaremos a Castiella (v.13-v.14)
Sólo tras este otro que no es el Cid, pero que es del Cid, en la tercera estrofa aparecen esos sesenta pendones que también marchan al destierro con su señor: tienen un mismo destino, porque constituyen su cuerpo familiar. Recordemos que familia en latín designa primitivamente el "conjunto de los esclavos y criados de una persona, derivado de famulus = sirviente, esclavo" (Corominas: 1980, p. 267). Observemos cómo se ha presentado al grupo que acompaña al Cid: primero éste en su dolor, luego su par Minaya Alvar Fáñez y tras él sus 60 pendones. De un modo similar se configura el espacio geográfico. Vivar es el solar de Rodrigo Díaz, a más o menos 9 km. de Burgos. Una y otra son tierras de Castilla: el señorío del Cid y la otra ciudad, son dominios del rey Alfonso y sobre sus habitantes ejerce señorío como se demuestra en estas primeras tiradas: expulsa a los de Vivar y con amenazas, prohibe a los otros ayudar a los hombres del Cid. La unidad de los burgaleses se ve rota y se manifiestan dos actitudes fundamentales: el miedo, que hace cerrar puertas y ventanas, se plasma en las palabras de una niña de nueve años y la rebeldía frente a la injusticia real, en Martín Antolín, el burgalés de pro (tiradas 4 y 5 ) quien decide acompañar al Cid, abriendo la posibilidad para que otros castellanos se unan al héroe. Unos -Minaya y las sesenta lanzas- por obligación de vasallaje y de sangre, los otros -Martín Antolínez, y tras él 115 castellanos (v. 291) y yentes de todas partes (v. 404)- por rebeldía, por amor a la aventura, por afán de lucro, o por amistad al Cid, todos ellos abandonan Castilla para acompañarlo en su aventura guerrera.
Castilla no está regida sólo por el rey. Su poder es político, material, temporal, junto a él hay otro poder el espiritual, detentado por la Iglesia. Antes de abandonar Burgos, Mio Cid, La cara del caballo tornó a Santa María, alzó su mano diestra, la cara se santigua: A ti lo agradezco, Dios que cielo y tierra guías.. (v. 215-v.217) una oración y una promesa. El caballero invoca a la Dama: a la Gloriosa Santa María (2185) y formula un voto: hará cantar en el altar mariano, mil misas (v. 225) promesa que cumplirá prontamente como leemos en la tirada 41. Bajo el amparo de la Iglesia se acogen las mujeres de Vivar; en San Pedro de Cardeña (tirada 14) el Cid pernocta, oye misa y se despide de su familia con otras tantas promesas. Bien sabemos que la dualidad medieval se manifiesta en la valoración de los poderes temporales -el monarca- y espiritual -la iglesia. El rey y la Iglesia representan la cristiandad. En España también están los otros: judíos -que detentan el poder económico (tiradas 6 a 10)- y moros -poder de las armas, enemigos, a los que el Cid enfrentará por necesidad y no por razones ideológicas (vv. 1103-1105). Cristianos, moros y judíos, aunque religiones diferentes, son descendientes espirituales del Padre de la fe: Abraham. Por lo tanto, no son enemigos marcados por una maldad moral congénita, sino que deben enfrentarse por contingencias históricas, pero si se dan las condiciones, pueden establecerse relaciones personales, como es el caso de Albengalbón, quien reconoce a Dios como único señor de todo el mundo (v. 2684). Paulatinamente se configura una visión de mundo en la que nada es casual ni fortuito: todo se integra armoniosamente, en un juego de fuerzas y energías positivas y negativas que el hombre debe aprender a controlar y manejar, primero en sí y luego en su entorno. A la fuerza bélica, el poder de las armas, están sometidos los guerreros. En la oración de doña Jimena (v. 330-v. 365) se plasma otra forma de fuerza, sin la cual la acción guerrera sólo sería violencia innecesaria. La fuerza física de los hombres del Cid estará siempre bien dirigida pues, hay quienes permanecen en la retaguardia rogando a san Pero e al Criador (240).
5. LAS VOCES FEMENINAS.
Priman en la obra las voces masculinas. En tres ocasiones escuchamos el clamor femenino.
En las tres circunstancias el decir femenino responde a una violencia exterior con fortaleza interior: débil en la niña de sólo nueve años que suplica al Cid por el bienestar de los suyos y le trasmite el miedo que ellos sienten frente a la orden real (tirada 4 vv. 40-49), fuerte la otra, sabia, llena de fe, implora al Señor de los cielos (tiradas 16 y 18). La una conmueve al Cid y a sus guerreros y neutraliza una posible violencia; la otra conjura una respuesta celestial en la aparición del ángel (tirada 19). Estas dos voces testimonian la injusticia y claman por el restablecimiento del orden y del equilibrio quebrantados. A estas voces responden el Cid con su acción y el cielo con su favor y gracia.
En el tercer cantar escuchamos la tercera voz femenina, esta vez dual: son las hijas del Cid las que ruegan a sus esposos que las maten antes de que las infamen (tirada 128, vv. 2725-2733). También ellas claman por una injusta violencia y, como las voces anteriores, pondrán en marcha un movimiento con el que se demostrará que la justicia y la unidad han sido restablecidas.