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Literatura española medieval

Alfonso X, llamado el Sabio, nace el 22 de noviembre de 1221 en Toledo, hijo de Fernando III el Santo y de doña Beatriz de Suabia. Durante su juventud participa al lado de su padre, de las batallas de la Reconquista, siendo coronado rey de Asturias, León y Castilla en 1252. Su reinado estuvo orientado por su interés en las artes, letras, ciencias terrenas y ciencias celestes, a las cuales el soberano apoyó, como mecenas, estudioso y autor. El soberano recurrió a los conocimientos y obras de moros, cristianos y judíos en su labor de ensanchamiento intelectual: en esta labor el aporte de la Escuela de Traductores de Toledo fue importante, trasladando al romance el Corán, el Talmud, los Bocados de Oro (colección de cuentos árabes), la versión de San Jerónimo de la Vulgata, y Calila et Dimma, texto persa que traduce, en cinco partes los textos sáncritos del Pantscha-tantra (cinco tratados) Este último texto, que según Menéndez Pelayo es el primer intento de la lengua castellana en el arte de la narración ejemplar y didáctica, introduce el esquema del relato enmarcado y su traducción fue obra de Alfonso X.

Alfonso X dio impulso al romance castellano al elevarlo a su calidad de lengua oficial, jurídica y administrativa, a la par que supervisaba y dirigía la elaboración de textos de diversa índole cultural: en el plano histórico la Crónica General y la Grande et General Estoria; en el jurídico, las Siete Partidas y el Fuero Real, el Espéculo o Espejo de Todos los Derechos, entre otras obras; en el plano científico, tenemos el Libro de las Tablas Afonsíes, los Libros del Saber de la Astrología, el Lapidario, el Septenario y los catorce Libros de Astronomía; por último, dentro de las obras cuyo tema era la recreación, los Libros del Ajedrez, Dados e Tablas.

El 4 de Abril de 1248 muere el soberano en Sevilla, dejando un legado literario de su autoría: Las Cantigas. Al escribir su libro de milagros, Las Cantigas de Santa María, Alfonso X sigue según Antonio Solalinde, dos modas: una moda literaria respecto a la lengua, gallego-portuguesa, y una sobre el asunto: los milagros marianos. El rey adopta alguno de los milagros europeos, y añade algunos españoles, tradicionales y contemporáneos.
Según Solalinde si la originalidad no es la principal cualidad de Las Cantigas, sí lo es la unidad, mayor que la de otros cancioneros, en su musicalidad y métrica.

Las Cantigas, conservadas en los códices toledano (1257) y escurialense (1279), se dividen en las marianas, las satíricas y críticas. Las fuentes más reconocidas de Las Cantigas son el Speculum Historiale de Vicente de Beauvais, la Gesta Romanorum, Les Miracles de Sainte Vierge de Gautier de Coincy y el Liber Mariae, de Juan Gil de Zamora. En la métrica y notaciones musicales existe una marcada influencia del zéjel árabe en los 420 Cantigas de este Cancionero. En cada Cantiga una estrofa inicial comunica el tema, seguida de una serie de estrofas con versos monorrimos y rima interna al final de cada hemistiquio, y un estribillo inicial repetido al pie de cada estrofa, según Julián Ribera en Música de las Cantigas.

Las Cantigas de loor, dedicadas a la Virgen, son verdaderos poemas narrativos, sin la marcada teología o moral del mester de clerecía, con un canto de alabanza mariana cada nueve poemas narrativos. Sus ilustraciones, especialmente miniaturas, dan información sobre el vestuario y ambiente de su época, y son tema de estudio para Guerrero Lovillo. Su valor literario, reconoce su influencia en los posteriores Cancioneros, la permanencia de la temática mariana, y el valor de la lengua gallega portuguesa como lengua lírica por excelencia. También se puede mencionar la diversidad de metros líricos presente en la obra, y las notaciones musicales, que junto con establecer la finalidad de las Cantigas de ser cantadas, muestran el avance de la música medieval. También describen con tolerancia a los moros y judíos.

El rey Alfonso X eligió la lengua gallega-portuguesa por la dulzura que le reconocían a ella las cortes, por el prestigio alcanzado por los trovadores y poetas de la corte de Lisboa, y por la influencia de la escuela galoicoportuguesa en Lisboa y Castilla. la lírica en lengua gallega alcanzó enorme importancia literaria entre los siglos XII y XIV, caracterizándose por su estilo cortesano, fino, nostálgico y de influencia provenzal. La poesía trovadoresca, cortesana (no juglaresca) llegó desde Francia (Provenza) a España a través de los Pirineos, y luego pasó a Portugal, donde adquiriría el sello con que llegaría a Castilla en tiempos de Alfonso X.
La lírica castellana recibió la influencia de dos escuelas, la provenzal, erudita, cortesana, de temas amorosos y estilo complejo, desarrollada en Levante (Cataluña y Aragón) y la galaicoportuguesa, más tradicional y menos extranjera, de temas amorosos y melancólicos, con influencia de la lírica provenzal (ejercitada en Galicia y Portugal principalmente, y que alcanzó gran renombre.

En el prólogo de Las Cantigas de Santa María el rey Alfonso declara su deseo de trovar, de realizar su canto como servicio a la Señora, a la Dama, la Virgen, esperando dos cosas: ser aceptado como su trovador, y ser premiado con su amor. Este prólogo define la obra como parte de la lírica trovadoresca, amorosa y cortesana, nacida en la Provenza.

"Porque trovar é cousa en que iaz "Porque trovar es cosa en la que hay
entendimiento, por en quen o faz entendimiento, en quien lo hace
á o d' aver, et de razón asaz, y quien lo lee, y de mucho razonamiento,
perque entenda et sabia dizer para que entienda y sepa decir
o que entend'e de dizer lle praz; y que entienda de decirlo mejor;
ca ben trovar así s'a'de fazer". el buen trovar así se ha de hacer".

En esta estrofa inaugural el rey define su concepción del trovar, el arte del trovador: es un asunto de entendimiento, de conocimiento; un entender (saber) expresado en un decir sabio, exacto. Se reconoce la capacidad de conocimiento en el entendimiento, en la razón aquí aludidos. En este punto se puede relacionar la distinción entre el juglar y el trovador, generalmente aceptada, en la Edad Media que mencionaba el elemento social: el primero pertenecía al pueblo, y el segundo a la nobleza. Trovador es el que trova, inventa o crea rimas, versos y rimas, mientras el juglar es el que los interpreta de comarca en comarca. El trovador componía, mientras que el juglar transmitía a través del canto las composiciones.

La poesía trovadoresca nace en el siglo XI, con los cantares de Guillermo VII de Poitiers, y se dividió en tres corrientes: el trovar clus de Marcabrú, el trovar ric de Arnaldo Daniel y el trovar leu de Ventadorn. En ellos el tema del amor cortés, el servicio del trovador a la dama, el lenguaje hermético, simbólico o alegórico, se expresan en una comunicación lírica entre el trovador y la dama, su amada, siempre noble, de quien espera el don de la amistad, del amor. El tema de la poesía provenzal, el amor ilegítimo hacia una mujer casada, presentaba al poeta en una situación de inferioridad frente a la dama, quien le otorgaba su protección y gracia.
Esta situación aparece en la cantiga inicial de Alfonso X.

En un momento, el poeta, tras reconocer la excelencia del trovar, reconoce sus fallas en esta ciencia, a la vez que pone su confianza en lo divino:

"E macar en estas duas nos ey "Y aunque no he dominado estas dos cosas
com' e querría, pero provarei como querría, probare
a mostrar ende un pouco que sei para mostrar un poco lo que sé
confiand' en Deus, ond' o saber ven, confiando en Dios de donde viene el saber,
ca per ele tenno que poderei pues por él tengo que poder
mostrar do que quero algua ren" mostrar lo que quiero de alguna forma".

El rey se pone en manos de Dios, fuente del saber, para poder entregar su mensaje. Reconoce que su dominio en el arte de trovar (entender y decir) no es completo, pero coloca para bien decir su confianza en Dios. Su fe, su confianza, logrará que su imperfección de saber sea completada. Reconoce el origen divino del saber, y a continuación menciona el objetivo de su decir:

"E o que quero é dizer loor "Y lo que quiero decir es loor (alabanza)
da Virgen, Madre de nostro Sennor, de la Virgen, Madre de nuestro Señor,
Santa María, que est' a mellor Santa María, que es la mejor
Cousa que él fez, e por aquest'eu cosa que él hizo; y por esto yo
quero seer oy mais seu trovador, quiero ser hoy su trovador
e rógo-lle que me queira por seu" y le ruego que me quiera como su

"trovador, e que queira meu trovar "trovador, y que quiera mi trovar
receber; ca per el quer eu mostrar recibir; pues por él quiero yo mostrar
dos miragres que ela fez, e ar dos milagros que ella hizo, y así
querrei- me leixar de trovar des í quiero dejar de trovar a
por outra dona; a cuid' a cobrar otra dama; deseo recuperar
per esta quant' en as outras perdi" por ésta cuanto perdí en otras".

El rey-trovador ha solicitado el saber con una finalidad, "decir loor", dar honor, alabanza, a la Virgen. Es lo que él quiere, su voluntad, su elección. Desea servir a la Dama, ser su trovador, si ella lo acepta. Menciona una triple nominación para el objeto de su trovar como un modo de alabarla, reconociendo en ella el principio femenino en su integridad trina: "...Virgen (pura doncella); Madre de nuestro Señor (creación, madre); Santa María (santidad, divina)..." La virginidad mantenida antes, durante y después de la maternidad, le dan la Santidad y la plenitud de la perfección divina.

Tres planos, cronológicos, vitales, que dan a su dama una trinidad, en lo terreno, lo mental y lo espiritual, marcados por lo elevado, como pureza, origen de la materialidad de nuestro Señor, y como santidad. El objeto de admiración y canto es mencionado con una excelencia que excluye a otras damas. La Dama es receptáculo de lo divino, pero sin identidad de deidad: es la mejor creación del Señor, su más alta criatura. Es su excelencia dentro de la creación la principal motivación de ofrecer, y de hogar la aceptación por parte de ella de su obra, el trovar y de su persona, no como amigo, o enamorado, sino en cuanto trovador, vasallo.
Hay una sumisión declarada, un previo vasallaje en su solicitud: ruega, como el servidor al señor, siguiendo el modelo del trovador provenzal, y a la vez se entrega a su Señora.

Su trovar tendrá como finalidad mostrar a otros las acciones, los milagros de la Virgen. Por amor Dará a conocer esos milagros, y declara el compromiso de cantar sólo de ella, y no de otra dama. Su acción no es desinteresada, porque su deseo es recobrar lo que ha perdido en otras, y expresa confianza en la dama, mencionando después el asunto de su de su pasada pérdida y posible recompensa y reconociendo que cuando esta Señora da su amor, sólo se puede perder si el hombre deja el camino del bien y busca facer mal.

"Ca o amor d' esta Sennor é tal, "Pues el amor de esta Señora es tal,
que quen o á sempre per i mais val; que quien lo tiene siempre por él vale más
e poil-o gaannad' a, non lle fal, y ya ganado, no le falta,
senon se é per sa gran' ocaion, si no es que por el grande error,
querendo leixar ben at fazer mal; de querer dejar el bien, y hacer el mal;
ca per esto o perde e per al non" pues por esto lo pierde y por otra cosa no"

La relación de amor que se establece entre el trovador y la Señora es similar a la que encontramos en la concepción del amor cortés, presente en la literatura caballeresca, como en el Lancelot de Chrètien de Troyes. La adoración provenzal por la dama, no es sino reflejo de lo divino en lo terreno. Muestra el amor de la Dama como un amor de constante anhelo y crecimiento. Sin embargo, ese amor aparentemente ilimitado puede perderse, al obrar el mal y no el bien. La elección del mal excluye al hombre de este amor, otorgado por la Señora, y depende del hombre, no de Ella, la mantención del vínculo de vasallaje de su trovar y obrar. Aquí la dama es Señora, y no otorga su galardón ni lo mantiene sin el compromiso de su vasallo. La recompensa de este amor se refleja en el "fazer", el hacer del hombre: el hombre pierde, pierde el amor, y se pierde, al fallar y faltar a su palabra. El sentido del compromiso caballeresco, del vasallaje feudal parecen formar parte de esta estrofa, con la salvedad que el caballero, el vasallo, es un trovador y no un guerrero, y que su señor no es Dios o el rey, sino la Señora.

Por en d' ela non me quer eu partir; Por eso de ella no me quiero apartar;
ca sei de pran que se a ben servir, pues sé de plano que bien la sé servir,
que non poderei en seu ben falir, y que no podré en su bien fallar,
de o ayer, ca nunca faliú como ayer, pues nunca faltó,
quen ll' o soube con mercée pedir; a quien sabe con merced pedir;
ca tal rogo sempr' ela ben oiú".
pues tal ruego siempre ella bien oyó".

"Onde lle rogo, se ela quiser, "Donde le ruego, si ella quisiere,
que lle praza do que d' ela diser, que le agrade lo que de ella dijere,
en meus cantares, e se ll´aprouguer, en mis cantares, y si lo aprueba,
que me dé gualardón com' ela da, que me dé el galardón que ella da
aos que am; e quen o souber, a los que ama; y quien lo sabe,
por ela mais de grado trovará". por ella trovará de mayor grado".

El poeta reitera su confianza, esta vez en la merced procedente de la dama. Ello proviene del ruego, y de la voluntad de ella; la actitud del trovador es pasiva, de espera, de esperanza en la recompensa de su cantar. Esa recompensa, galardón, trae la consecuencia de un mayor trovar, de un mejor cantar. La Cantiga finaliza con la idea misma de su comienzo: el trovar. Cada estrofa, o anuncia, o alude a la siguiente. La primera menciona el trovar, como acción y arte; la segunda se centra en el yo del poeta, en su situación falible que lo lleva a entregarse a lo divino. La tercera estrofa, distingue en el plano divino a la Señora, la Virgen. La cuarta menciona su afán por dedicar su trovar, previamente entregado al saber elevado y sagrado, a la Señora, mencionando la siguiente estrofa la condicionalidad de dicho compromiso. La sexta estrofa reitera la posición decisiva de la dama, y la actitud de ruego, subordinada del poeta que le canta. La estrofa final se cierra con la esperanza del galardón, y nuevamente la acción de trovar.

La diferencia entre el trovar inicial y el final se centra en el valor otorgado en cada caso: el primer trovar es arte, ciencia, saber, entendimiento (raciocinio) en el decir y hacer. Es una técnica y ejercicio basado en el entender. El segundo trovar es un trovar que ha sido puesto al servicio del amor, de la amorosa subordinación del trovador por la Señora. Es un trovar de agrado, de gratitud, por la conciencia del galardón obtenido, de la finalidad que orienta este entender y saber: primero, entregado al Padre Celestial, para luego ofrendarlo (ofrendándose) a la Dama. Este segundo trovar está regido por las leyes del compromiso con la Señora: exclusividad, en la acción y en la rogativa, de cantar. Es una forma de reunirse con lo trascendente, en la figura de la dama por excelencia. Es una forma de adoración, de la mayor creación del Señor Celestial, y de él mismo en forma indirecta. Este vasallaje logra la recompensa del amor obtenido, del Sumo Amor que la Cantiga describe como único y creciente. El saber, originado por Dios, encuentra un sentido al conquistar y ofrecer la obra, el honor de su destinación, el dirigirse al objeto del Amor. Un amor que equilibra, armoniza, y restaura el poeta, cuando recupera en la Señora lo perdido en otras damas, concretas y terrenales: EL AMOR.

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