Están considerados como los pilares sobre los que se construye el Islam: abluciones o lavatorios diarios; oraciones cinco veces al día; pagar puntualmente el diezmo a su comunidad, ayuno en el mes de Ramadan y la peregrinación a La Meca, por lo menos una vez en la vida. La práctica del Islam o sumisión, la total dependencia respecto del Dios único, hace del creyente un muslim (sometido a la voluntad divina). Paulatinamente se constituyó un cuerpo de creencias que afirma la existencia de un Dios único, una vida futura, eterna. No hay intermediarios ni sacerdotes entre el hombre y su creador: cada uno está solo, indivi-dualmente, ante la mirada de Al-lah y su justicia. La ley divina es el camino recto que se debe seguir en lo espiritual y en lo social. De la obediencia a la ley se deriva el vínculo social y político que une a los creyentes bajo la suprema autoridad de Al-lah y del hombre justo o Imam (director de rezos).
Con su creencia en un Dios único, y con estas prácticas, Mahoma logra dar unidad a las tribus descendientes de Agar y de Ismael que habitaban el desierto. El vínculo religioso reemplazó totalmente a los de sangre y de pertenencia a una tribu. Todos los creyentes en Al-lah forman una sola gran comunidad islámica, elegida por Dios como depositaria de la fe y la justicia sobre la tierra. Esta comunidad integrada por diversos pueblos, unidos por una fe, inició una Guerra Santa cuyos primeros contrincantes fueron los propios koreichitas que habían rechazado a Mahoma y a su familia.
El Islam distinguía entre los idólatras y paganos (dahriyin) que eran forzados a la conversión o aniquilados, y los llamados "gentes del libro" (ahl al-Kitab) como judíos y cristianos que poseían textos sagrados, productos de revelaciones divinas anteriores a Mahoma. No eran obligados a convertirse al islamismo sino que quedaban reducidos, mediante capitulaciones y tratados de paz, a la condición de protegidos del Islam.
La doctrina del Islam, revelada por Alá a Mahoma, se conservó primero por tradición oral y, posteriormente, recogida en un Libro que contiene la "recitación" o Corán (al-Qur'an) de las palabras dictadas por Dios a través del ángel Gabriel.
Tras haber cimentado su doctrina y los inicios de la Guerra Santa, el profeta murió el 8 de junio del 632. Lo sucedió su suegro Abu Bekr que tomó el nombre de califa, esto es, vicario, jefe supremo a quien los creyentes prestaban homenaje de obediencia. Era el encargado de mantener la ley divina, dirigir la guerra santa, gobernar la comunidad, administrar justicia
A su muerte, fue elegido como sucesor Omar que se autodenominó Emir-al-Mumenin, jefe de los creyentes.
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