Historia española: De Roma a Castilla
RUPTURA DE LA UNIDAD IMPERIAL Si consideramos los cambios históricos, políticos, culturales que se producen tan sólo en el lapso vital de un generación, debemos por simple deducción, considerar que no se puede, superficialmente, generalizar sobre, prácticamente, diez siglos de evolución his-tórica. Metodológicamente debemos distinguir diversas etapas y valorar lo que cada una de ellas significó para el desarrollo de Europa.
Idealmente podemos distinguir dos grandes períodos: el primero, caracterizado por las invasiones de los pueblos bárbaros y musulmanes y por la paulatina desaparición de la visión de mundo antigua que se va fusionando con la de los pueblos invasores, se extiende hasta el siglo XI; el segundo período corresponde al nacimiento y, en alguna medida, florecimiento de una nueva visión de mundo.
En verdad la decadencia del Imperio Romano no se produjo en el siglo V, sino que, paulatinamente, se viene haciendo sentir, con la pérdida de la Pax Romana, desde dos siglos antes, por lo menos, justamente en el período que se denomina bajo Imperio, caracterizado por gran caos político, económico y social que sólo la fuerza de las armas podía ordenar. Así empezó la invasión pacífica de los pueblos bárbaros para defender las fronteras del imperio. Diocleciano adopta diversas medidas destinadas a tratar de salvar el Imperio, pero no sólo fueron inútiles, sino que, en alguna medida precipitaron el desastre al acentuarse el autocratismo tiránico. El Emperador Teodosio, que murió en el 395, dividió el Imperio y dejó como herederos a Honorio del Imperio de Occidente, con capital Roma, y a Arcadio del de Oriente, con capital Bizancio. Primera fisura en la unidad cultural y político-administrativa que Roma había logrado crear en su dilatado imperio, constituido por pueblos tan diversos y a los que tanto costó adaptarse a los usos y costumbres romanos.
¿Qué aportó Roma a las tribus que habitaban, dispersas, en los territorios que conquistaba? En primer lugar, la transmisión de un idioma con tradición literaria, el latín, cuya evolución hasta las lenguas romances veremos más adelante. En segundo lugar la integración cultural a un imperio con profundo sentido de unidad y trascendencia y que sabía aprovechar lo mejor de sus súbditos. Así se desarrolló una rica literatura.
También se generaron leyendas y tradiciones sobre distintos aspectos, como se puede observar en el "Romance de cómo Cipión destruyó a Numancia". Sabemos que los primitivos habitantes de Iberia resistieron fieramente la conquista romana. Se recuerdan los nombres de dos ciudades, Sagunto y especialmente, Numancia que no se rindió y el pueblo cantó en un romance su valor.
2.2 PÉRDIDA DE LA UNIDAD POLÍTICA Y TERRITORIAL: INVASIONES GERMÁNICAS Los germanos, según el testimonio de César y Tácito, ocupaban durante el siglo II, el territorio que se extendía desde las tierras del Báltico occidental hacia el sur y el este hasta las fronteras del Imperio Romano (desde el Rin al Vístula y desde el mar del Norte a los Cárpatos). Era un conjunto de tribus que durante la Edad Antigua, habitaron el sur de Escandinavia, Dinamarca, distribuidos en tres grupos: los germanos septentrionales, que comprendían las tribus asentadas en Escandinavia; los germanos orientales, situados al este del río Elba, que eran los vándalos, burgundios y godos emigrados desde Escandinavia, y, por último, los germanos occidentales, asentados entre el Rin, el Oder, el mar del Norte y el Danubio por el sur, con una gran variedad de tribus entre las que destacaban los francos, sajones, suevos, lombardos, etc.
La primera descripción detallada que se hace de los pueblos germanos que habitaban al norte del "limes" del Rin y el Danubio, aparece en La Germania, del historiador Tácito (finales del siglo I). Durante el siglo II, con las conquistas de Trajano y Marco Aurelio el conocimiento del mundo germano se hace mucho más preciso. Sus modos de vida se fundamentaban en la práctica rudimentaria de la agricultura y, sobre todo, en la ganadería. Cada tribu, de cultura poco desarrollada, se regía por la Asamblea de guerreros, según un régimen democrático en el que cada guerrero tenía un voto. Escogían a un jefe o caudillo, que podía llegar a ser designado rey si alcanzaba los méritos requeridos en la guerra. Eran politeístas y sus dioses estaban asociados a fenómenos naturales y bélicos: Wotan (Odín), señor de los muertos y de la guerra, y Thor, dios del trueno, protector de los campesinos, eran los principales. Los dioses vivían en el Asgard (palacio celeste de Wotan) y los muertos en combate iban a la Walhalla, también en los dominios de Wotan.
A partir del 376, por la presión de los hunos, los visigodos, autorizados por el empe-rador romano, empezaron a cruzar el Danubio en invasión pacífica para establecerse en la actual Bulgaria con el fin de proteger las fronteras del Imperio. A raíz de la muerte de Teodosio, los germanos consideraron invalidado el acuerdo y, con Alarico a la cabeza, empezaron las depredaciones a la península balcánica. Sus correrías fueron cada vez más agresivas y lentamente fueron ocupando los provincias romanas. En el 405 empezó la gran invasión. Nada impidió que los pueblos germánicos se apoderaran del Imperio.
Desde el 476 al 774 se sucedieron las invasiones bárbaras: los hérulos (476-493), a las órdenes de Odoacro depusieron al emperador Rómulo Augustulo; los lombardos (568), bajo las órdenes del Rey Alboíno, que se radicó en Pavía, haciéndola capital de su reino, en larga y enconada lucha, mantuvieron el dominio en gran parte de Italia hasta el año 774. Los suevos ocuparon Florencia, los burgundios invadieron la Provenza; alanos, vándalos se instalaron en Galia e ingresaron a la península ibérica hasta llegar a África. Anglos, jutos y sajones cruzan el Mar del Norte y crearon en Bretaña reinos independientes.
Intentando restablecer una precaria unidad, Bizancio pidió ayuda a los ostrogodos (493-553) y su rey Teodorico, investido como representante del poder imperial bizantino derrotó a Odoacro que se había declarado Señor de Italia y, a su vez, instauró un efímero reino ostrogodo.
Por su parte, Clovis, rey de los francos reinó sobre Galia septentrional: valle del Loira, del Sena y del bajo Rin, en tanto que los burgundios establecían su reino en el valle del Ródano. El merovingio Clodoveo (481-511) logró extender el dominio franco a toda la Galia. En la Navidad del 496 se convierte con todos los suyos, al catolicismo. Es la razón por la que Francia ha sido considerada hija primogénita de la Iglesia.
Con autorización de Roma, los visigodos se habían establecido al sur del Loira y se les encargó que expulsaran a los invasores de la Península ibérica, lo que implicó la formación del reino visigodo que ocupó el sur de Francia y la Península ibérica.
Fue así como en la Romania occidental, a raíz de la fragmentación de la unidad político administrativa de Roma, se generaron diferentes reinos germánicos. Estos pueblos invasores introdujeron nuevos elementos étnicos y culturales al mundo latino y, aunque trataron de constituir monarquías conforme la tradición romana, en realidad no tuvieron ni fuerza ni peso, lo que generó una gran inestabilidad político administrativa y una constante lucha por el poder. Sus reyes carentes de una sólida formación valórica y cultural y de la tradición imperial latina fueron fácilmente destronados, por traición de los hombres de confianza. No siempre reinó el más capaz, pero sí el más fuerte lo que determinó la for-mación de un sistema feudal que modificó la concepción de mundo del Imperio latino, a diferencia de lo que ocurrió en el Imperio de Oriente que luchó por mantener su unidad político-administrativo, aunque no el espíritu y la cultura romanos, por cuanto reafirmaron lo griego y se acentuaron las influencias orientales.
El cristianismo, con su concepción de que todos los fieles cristianos constituyen el Cuerpo Místico de Cristo, ve una indisoluble unidad en la Comunidad de fieles e interpreta la sociedad como semejante a un cuerpo: hay una sector gobernante que administra y defiende, la cabeza; una clase que ora, el corazón, y un estamento que trabaja servilmente, brazos y piernas. De acuerdo con esta concepción, la culpa de la cabeza recae en todo el cuerpo. La derrota del rey visigodo don Rodrigo significó la génesis de una leyenda. Y la tradición popular explicó la invasión musulmana como un castigo que los españoles debían asumir por la culpa de su monarca. Sobre la base del correlato histórico, se genera una interpretación mítica, legendaria. Fácilmente podemos advertir que, inconscientemente, se construye sobre modelos arque-típicos ya enunciados: España como el Paraíso y como Troya cae por culpa de una mujer. Eva, Helena de Troya y Florinda, la Cava, significan la pérdida del Edén, de Troya, la ciudad y de la Península Ibérica.
2.3 LOS MUSULMANES EN ESPAÑA. OTRAS VISIONES DE MUNDO 2.3.1 MAHOMA Y EL ISLAM Hacia el año 570 de nuestra era, en La Meca, nació Mahoma, descendiente de la familia de Haschem de la tribu de los koreischita, que se consideraba descendiente de Ismael, hijo de Abraham y de la esclava Agar. Huérfano desde los seis años, fue protegido por su abuelo quien falleció tres o cuatro años más tarde. Creció en precarias condiciones, conociendo la vida nómade. Como adolescente, entró al servicio de una joven y rica viuda, Cadidja con la que se casó. Habitualmente se retiraba a meditar a una caverna cercana a la Meca. Una noche se le apareció el Arcángel Gabriel y le entregó un libro en el que se contenía una nueva concepción religiosa, el Islam, o entero abandono a la voluntad de Dios.
Convirtió a este nuevo credo a su familia: el 614 los reunió y organizó una secta rechazada por los koreichitas, por considerarla una fuerte crítica social. La situación se hizo mucho más tensa tras la muerte de Cadidja en el 620, a tal extremo que los amenazaron de muerte. Mahoma y sus seguidores debieron huir en el año 622 de La Meca para refugiarse en la capital de la comarca al norte del mar Rojo, Yatreb, llamada desde entonces, Medidat-al-Nabí (ciudad del profeta), Medina. A esta huida se la considera como el punto de partida de la cronología musulmana: la hégira o era de los musulmanes, los resignados.
La práctica religiosa musulmana, con su total entrega humilde y esperanzada del hombre en su Dios, Al-lah, imponía cinco deberes que los fieles debían cumplir. Están considerados como los pilares sobre los que se construye el Islam: abluciones o lavatorios diarios; oraciones cinco veces al día; pagar puntualmente el diezmo a su comunidad, ayuno en el mes de Ramadan y la peregrinación a La Meca, por lo menos una vez en la vida. La práctica del Islam o sumisión, la total dependencia respecto del Dios único, hace del creyente un muslim (sometido a la voluntad divina). Paulatinamente se constituyó un cuerpo de creencias que afirma la existencia de un Dios único, una vida futura, eterna. No hay intermediarios ni sacerdotes entre el hombre y su creador: cada uno está solo, indivi-dualmente, ante la mirada de Al-lah y su justicia. La ley divina es el camino recto que se debe seguir en lo espiritual y en lo social. De la obediencia a la ley se deriva el vínculo social y político que une a los creyentes bajo la suprema autoridad de Al-lah y del hombre justo o Imam (director de rezos).
Con su creencia en un Dios único, y con estas prácticas, Mahoma logra dar unidad a las tribus descendientes de Agar y de Ismael que habitaban el desierto. El vínculo religioso reemplazó totalmente a los de sangre y de pertenencia a una tribu. Todos los creyentes en Al-lah forman una sola gran comunidad islámica, elegida por Dios como depositaria de la fe y la justicia sobre la tierra. Esta comunidad integrada por diversos pueblos, unidos por una fe, inició una Guerra Santa cuyos primeros contrincantes fueron los propios koreichitas que habían rechazado a Mahoma y a su familia.
El Islam distinguía entre los idólatras y paganos (dahriyin) que eran forzados a la conversión o aniquilados, y los llamados "gentes del libro" (ahl al-Kitab) como judíos y cristianos que poseían textos sagrados, productos de revelaciones divinas anteriores a Mahoma. No eran obligados a convertirse al islamismo sino que quedaban reducidos, mediante capitulaciones y tratados de paz, a la condición de protegidos del Islam.
La doctrina del Islam, revelada por Alá a Mahoma, se conservó primero por tradición oral y, posteriormente, recogida en un Libro que contiene la "recitación" o Corán (al-Qur'an) de las palabras dictadas por Dios a través del ángel Gabriel.
Tras haber cimentado su doctrina y los inicios de la Guerra Santa, el profeta murió el 8 de junio del 632. Lo sucedió su suegro Abu Bekr que tomó el nombre de califa, esto es, vicario, jefe supremo a quien los creyentes prestaban homenaje de obediencia. Era el encargado de mantener la ley divina, dirigir la guerra santa, gobernar la comunidad, administrar justicia
A su muerte, fue elegido como sucesor Omar que se autodenominó Emir-al-Mumenin, jefe de los creyentes. Por su capacidad de organización y su éxito en la Guerra Santa, puede ser considerado como el fundador del Islamismo. Conquistó Siria, Egipto, Persia, dominó Africa e inició la conquista de Europa. No penetró en Galia gracias a que, en los Pirineos, lo derrotó la infantería y la caballería franca al mando de Carlos Martel, en la batalla de Poitiers.
2.3.2 LOS MUSULMANES EN ESPAÑA Bajo el mando de Tarik, los musulmanes penetraron en la Península Ibérica y rápi-damente vencieron a las fuerza cristianas. Tras la batalla de Guadalete (18-26 de julio del 711), Muza proclamó soberano de la península al Califa de Damasco. La región dominada por los musulmanes se gobernó como un emirato dependiente. En el 732, al cumplirse cien años de la muerte de Mahoma, el imperio musulmán se extendía desde el valle inferior y el delta del Indo hasta la Península Ibérica.
A partir de este momento, se desarrollaron dos historias paralelas. Por una parte, los cristianos se organizaban para recuperar el territorio; los principales núcleos de resistencia hispana nacieron en Asturias y Navarra. Por otra parte, en la evolución del modo de gobierno que se impuso en los dominios hispanos que ocupaban los musulmanes, podemos distinguir etapas: 1) Emirato dependiente del Califa de Damasco (711-912). 2) Califato de Córdoba (929-1031). 3) Reinos de Taifas. 4) Invasiones africanas de almoravides (1086) y almohades (1146). Les suceden los benimerines en 1224. 5) Reino de Granada.
Cuando en Bagdag los abasidas destituyeron a los Omeyas, huyó Abd al-Rahm y se estableció en Córdoba, en el año 755, declarándose Emir; uno de sus descendiente, Abd al-Rahmán III unificó la España musulmana y le dio gran impulso artístico y cultural, asu-miendo en el 929, el título de califa. El califato omeya de Córdoba se mantuvo hasta 1031. Es la época del gran esplendor cultural de la dominación árabe en España. Se construyeron grandes y notables edificios, la mezquita de Córdoba y el palacio de la Alhambra, por ejemplo. Se relajaron las costumbres musulmanas. Se desmembró el califato de Córdoba y se dividió en los llamados reinos de Taifas: Sevilla, Zaragoza, Valencia, Granada, Málaga, Denia, Badajoz y Almería. Por su debilidad militar, firmaron pactos con los reyes cristianos que habían avanzado reconquistando la península. Esta situación determinó la invasión de dos tribus fanáticas del norte de África, los almorávides hacia 1090 y la de los almohades en 1146. De esta época nos habla el Poema del Cid.
La conquista cristiana avanzó paulatinamente repoblando el territorio reconquistado. A partir del siglo XIII, con la invasión de los benimerines, los musulmanes se fortificaron en el Reino de Granada. Fue un pequeño reino que persistió gracias a la decisión de someterse al vasallaje de Castilla y al apoyo que le brindan los benimerines desde el norte de África, donde habían establecido un verdadero imperio. El reino de Granada se sostuvo hasta 1492, cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada al vencer a Boabdil, el rey Chico.
2.4 LOS JUDÍOS SEFARDITAS Y ESPAÑA 2.4.1 EL PUEBLO JUDÍO Pueblos semitas, tanto los musulmanes como los judíos se reconocen descendientes de Abraham de Ur (quien habría vivido hacia el 2.100 antes de Cristo). En el Génesis, capí-tulos 15, 16 y 17 se nos habla de la promesa que Dios hiciera a Abraham: "Multiplicaré de tal modo tu descendencia que por su gran multitud no podrá contarse […]; serás padre de una muchedumbre de pueblos […] Te haré fecundo sobremanera, te convertiré y pueblos y reyes saldrán de ti. De esta promesa nacen dos hijos: Ismael, descendiente de Agar, la esclava egipcia e Isaac, hijo de la esposa Sara. Esta consiguió que su marido alejara a Ismael y a su madre y los abandonara en el desierto, donde un ángel del Señor los protegió y veló por ellos. Una escueta cronología de lo acontecimientos más significativos, nos permitirá comprender mejor la historia del pueblo judío, según la tradición judeocristiana, el elegido de Dios.
Período anterior al nacimiento de Jesús el Cristo.
2100 Época de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Abraham de Ur es patriarca tanto de los judíos como de los musulmanes. Con él se inicia la historia religiosa de ambos pueblos. 1375 Canaán es invadida por las tribus habiru, provenientes del desierto del Sahara, según cuenta el Éxodo. 1292 Esclavitud hebrea en Egipto. hacia 1220 Se inicia el Éxodo con Moisés. 1180 Las tribus hebreas se establecen en Canaán con Josué. Régimen teo-céntrico. Es la época de los Jueces. 1025 Fundación de la monarquía con Saúl, ungido por el profeta Samuel. 1010 Reina David. 1000 Jerusalén reconquistada por David quien la declara capital de su reino. 970 Salomón. 960 Construcción del templo de Jerusalén. 721 Asirios conquistan Israel y deportan a diez tribus de las que no se tienen más noticias. Son las tribus perdidas que se supone podrían haber llegado a América (según los mormones). 586 Babilonios conquistan Judá, saquean Jerusalén, destruyen el templo. Cautiverio en Nínive (Nabucodonosor). 538 Ciro autoriza el retorno de Israel. El pueblo de concentra en Jerusalén. Reconstrucción del templo. 457 Ezra y Nehemías. 333 Alejandro Magno. 323 Período helenístico. 301 Dominio egipcio (Ptolomeo). 198 Dominio asirio. 63 Período romano.
Nacimiento de Cristo. 66
70 Rebelión contra Roma. Destrucción del templo. Masada último baluarte judío destruido por los romanos. Bajo el gobierno de Vespasiano se destruye el Templo de Salomón. Advenimiento del cristianismo. Definición del canon bíblico. 132 Bar Kojba. 200 Se completa la Michná: codificación de la ley judaica. 315 Período bizantino. 400 Se completa el Talmud de Jerusalén. 500 Se completa el Talmud de Babilonia. 1099 Los Cruzados conquistan Jerusalén. 1267 Najmánides restaura la Comunidad judía de Jerusalén. 1291 Conquista mameluca. 1517 Conquista otomana. 1799 Expedición de Napoleón.
1870 Escuela agrícola Nikvé Israel. 1878 Patáj Tikvá: primera aldea pionera. 1897 Primer Congreso Sionista en Basilea. 1901 Fundación de Tel Aviv, primera ciudad judía. 1917 Inglaterra apoya a los judíos: Declaración Balfour. 1921 Primera aldea cooperativa. 1925 Inauguración de la Universidad hebrea. 1937 Comisión Peel sugiere creación de los Estados Judío y Jordano. 1947 Naciones Unidas aprueba la partición. 14 de mayo de 1948 Proclamación de la independencia del Estado judío. Empieza la evacua-ción británica.
2.4.2 LOS JUDÍOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Acerca de la llegada de los judíos a la Península se manejan diversas teorías en su mayoría basadas en antiguas tradiciones y en el estudio de nombres geográficos. En verdad, resulta imposible fijar con certeza cuándo se asentaron en Hispania. Es probable que llegaran junto con los fenicios en los siglos X - IX a.C. o tras el destierro decretado por Nabucodonosor en el siglo VI a.C., tras la destrucción del primer templo de Jerusalén. Lo cierto es que la tradición judía identificó desde muy antiguo el nombre Sefarad, men-cionado en Abdías (I, 20), libro escrito en el siglo V a.C., con España.
La presencia de los judíos en España, y la importancia de esa comunidad, está probada con el descubrimiento de monedas judías en Tarragona e inscripciones en Almería. Conviene agregar el testimonio del apóstol Pablo y la preocupación de traer la Buena Nueva a estas lejanas comunidades judías.
No cabe la menor duda de que se encontraban comunidades judías en toda la penín-sula cuando los visigodos la invadieron. Poseían tierras, desempeñaban puestos públicos; más aún, había ciudades cuyos habitantes eran mayoritariamente judíos. Sin embargo, la situación de los judíos no era fácil. Periódicamente fueron perseguidos, por ejemplo, cuando Recaredo se convirtió al catolicismo en el 587, aplicó el derecho canónico a los judíos y les prohibió ejercer cargos públicos, casar con cristianos, y dispuso, entre otras medidas, que los hijos de matrimonios mixtos fueran bautizados.
En el 694, bajo Egica se produjo una sublevación: los judíos pretendieron establecer en España, con apoyo de los judíos y judaizantes bereberes del norte de África, un Estado judío. La conspiración fue violentamente sofocada y las medidas antijudías se hicieron más severas. No es de extrañar entonces, que los judíos, en muchas ocasiones, apoyaran a las fuerzas musulmanas en la conquista de España. No solo colaboraron con los invasores, convivieron fácilmente con los musulmanes: adoptaron sus costumbres, incluso el vestuario, y su lenguaje. Bajo la dominación árabe, la comunidad judía conoció más de tres siglos de auge cultural como lo veremos más adelante.
Pasados los primeros años de la reconquista, los judíos retornaron lentamente a los estados cristianos. San Fernando en Castilla y Jaime I de Aragón fueron los reyes más tolerantes con los judíos. Alfonso X dispuso que vivieran en barrios propios y para lograr unidad en su jurisdicción nombró a Todrós Ha Levi Abulafia gran Rabí de Castilla.
En la cancillería de Sancho IV, hijo de Alfonso X, figuraron los médicos Ishaq y Abraham Vagar, grandes amigos de don Juan Manuel quien hace su apología en el Libro de los castigos. En la corte del infante don Enrique IV el filósofo R. Josef Ibn Sem Tob fue el médico y Contador mayor.
Sin embargo las persecuciones no se hicieron esperar, especialmente en el siglo XIV: en junio de 1391 se produce un verdadero genocidio con saqueo en Sevilla. La situación culmina con la expulsión decretada por los reyes católicos Isabel y Fernando en 1492. 2.5 LA RECONQUISTA Se llama Reconquista al período de ocho siglos durante los cuales los reinos cristianos intentaron recuperar los territorios conquistados por los musulmanes en el siglo VIII. Los primeros intentos nacen en las montañas asturcantábricas donde, gracias a lo abrupto del terreno, se inician focos de resistencia. Pelayo, reunió a los cristianos que huían de los musulmanes y los condujo al triunfo en una batalla cerca de unas cuevas de la montaña a las que llamaron a partir de aquel momento Cova Domini (cueva del Señor), de donde se derivó Covadonga (año 722). La Reconquista culmina con la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492.
El pueblo español concibió la Reconquista de su territorio como una verdadera Cruzada que desde muy temprano relacionó con ayuda sobrenatural milagrosa, llegada a través de la intercesión del Apóstol Santiago, cuyo sepulcro habría sido descubierto en el 812 u 814, gracias a una estrella que aparecía sobre un lugar cercano a la aldea de San Fiz.
Don Pelayo fundó el reino de Asturias. En el siglo X abarcaba todo el noroeste de la Península hasta el Duero (Galicia, Asturias, León y parte de Castilla; la corte se trasladó de Oviedo a León. En el siglo XI se independizó el condado de Castilla. Entre 1157 y 1230 se consolidan dos reinos independientes que Fernando III, el Santo, logró unir. Los principales hitos de la reconquista castellano-leonesa fueron la conquista de Toledo en 1085 que logra Alfonso VI; la batalla de las Navas de Tolosa que gana Alfonso VIII en 1212 contra los almohades; la conquista de Córdoba en 1236, Murcia en 1241 y Sevilla en 1248.
Portugal en sus orígenes fue un condado, creado por Alfonso VI, como feudatario de Castilla; se independizó en 1143 y Alfonso Enríquez, tras una brillante victoria sobre los almorávides, se hizo coronar como "Rex portugalensium" y lo declaró reino independiente. En 1148 conquistó Lisboa, en 1165 cayó Évora. Sus sucesores extendieron sus territorios hacia el sur, llegando hasta el Algarve. Entre 1279 y 1325 reinó en Portugal un monarca excepcionalmente capaz y sensible, don Dionís.
Otros núcleos de resistencia dieron origen a los reinos de Navarra y Aragón, que, juntamente con el Condado de Barcelona, recibieron gran influencia de Provenza y del condado de Tolosa. En el siglo XII, bajo el gobierno de Alfonso I el Batallador, Aragón absorbió a Navarra. Poco después, gracias al matrimonio de la reina Petronila con el Conde de Barcelona, D. Ramón Berenguer IV, se unía el Reino de Aragón con el Condado de Barcelona. En 1229, Jaime I conquistó la capital de Mallorca en las Baleares; las otras dos islas, Ibiza y Menorca fueron ocupadas entre 1235 y fines del siglo. Catalanes y aragoneses conquistaron Valencia en 1238. Desde 1282, Pedro III de Aragón se apoderaba de Sicilia.
De todos estos reinos cristianos, el más poderoso es el castellano-leonés, cuyos mo-narcas se titulan reyes de Castilla, León, Toledo, Galicia, Sevilla, Córdoba, Jaén, Murcia, el Algarve y Algeciras y señores de Vizcaya y Molina.
Incluso más de alguno se considerará emperador. La sucesión por vía hereditaria que lentamente se impuso, dio estabilidad a las monarquías. Los reyes se consideraban "vicarios de Dios".
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