RUPTURA DE LA UNIDAD IMPERIAL
Si consideramos los cambios históricos, políticos, culturales que se producen tan sólo en el lapso vital de un generación, debemos por simple deducción, considerar que no se puede, superficialmente, generalizar sobre, prácticamente, diez siglos de evolución his-tórica. Metodológicamente debemos distinguir diversas etapas y valorar lo que cada una de ellas significó para el desarrollo de Europa.
Idealmente podemos distinguir dos grandes períodos: el primero, caracterizado por las invasiones de los pueblos bárbaros y musulmanes y por la paulatina desaparición de la visión de mundo antigua que se va fusionando con la de los pueblos invasores, se extiende hasta el siglo XI; el segundo período corresponde al nacimiento y, en alguna medida, florecimiento de una nueva visión de mundo.
En verdad la decadencia del Imperio Romano no se produjo en el siglo V, sino que, paulatinamente, se viene haciendo sentir, con la pérdida de la Pax Romana, desde dos siglos antes, por lo menos, justamente en el período que se denomina bajo Imperio, caracterizado por gran caos político, económico y social que sólo la fuerza de las armas podía ordenar. Así empezó la invasión pacífica de los pueblos bárbaros para defender las fronteras del imperio. Diocleciano adopta diversas medidas destinadas a tratar de salvar el Imperio, pero no sólo fueron inútiles, sino que, en alguna medida precipitaron el desastre al acentuarse el autocratismo tiránico. El Emperador Teodosio, que murió en el 395, dividió el Imperio y dejó como herederos a Honorio del Imperio de Occidente, con capital Roma, y a Arcadio del de Oriente, con capital Bizancio. Primera fisura en la unidad cultural y político-administrativa que Roma había logrado crear en su dilatado imperio, constituido por pueblos tan diversos y a los que tanto costó adaptarse a los usos y costumbres romanos.
¿Qué aportó Roma a las tribus que habitaban, dispersas, en los territorios que conquistaba? En primer lugar, la transmisión de un idioma con tradición literaria, el latín, cuya evolución hasta las lenguas romances veremos más adelante. En segundo lugar la integración cultural a un imperio con profundo sentido de unidad y trascendencia y que sabía aprovechar lo mejor de sus súbditos. Así se desarrolló una rica literatura.
También se generaron leyendas y tradiciones sobre distintos aspectos, como se puede observar en el "Romance de cómo Cipión destruyó a Numancia".
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