En mis leyes, al igual que en mis oraciones, jamás olvidé que los incrédulos son de la misma sangre y naturaleza que nosotros.
Mis juristas pueden con orgullo leeros mis códigos: Dado que la Sinagoga es casa donde se glorifica el nombre del Señor, impidamos que ningún cristiano tenga la audacia de destruirla ni de llevarse nada de ella, ni de tomar cosa alguna por la fuerza.
Y con respecto a los musulmanes: "Dejad a los moros vivir entre los cris-tianos conservando su fe y no insultando a la nuestra".
Sí, en mi reinado, mediante el esfuerzo de los sabios de nuestras tres reli-giones, nuestra España del siglo XIII convocaba a toda Europa a un auténtico renacimiento, el que podía hacerse no contra Dios, sino con Dios. En sus Cantigas de Santa María, compuestas en gallego, utiliza una forma métrica derivada del zéjel creado por Ben Cuzmán, el Cabrí.
4.4.2.5 Cluny
En el año 910, Guillermo, duque de Aquitania, sintiéndose viejo y sin hijos que lo heredaran, decidió fundar en sus dominios, un monasterio donde se recordara su nombre. Pidió al abad Bernon que eligiera las mejores tierras para ese fin. Consciente del avance del feudalismo y de la ambición de los hombres, en su testamento especificó explícitamente: "Por Dios y por todos los santos y bajo la terrible amenaza del último juicio, ruego y suplico y conjuro que ningún príncipe secular, ni conde, ni obispo, ni el mismo Pontífice de la Iglesia romana venda, disminuya o dé a título de beneficio nada de lo que pertenece a estos servidores de Dios, ni permita que se ponga sobre ellos un jefe contra su voluntad." Así resguardaba la libertad político administrativa para su fundación. Esto significó que ese monasterio benedictino gozara de un privilegio de exención que le permitía depender directamente del papado sin injerencias episcopales o feudales. En el 931, el papa Juan XI permitió a la orden incluir bajo su jurisdicción a todas las abadías en las que se adoptara la reforma cluniacense.
Durante dos siglos Cluny fue un gran foco de religiosidad y arte, gracias a los excelentes abades que la dirigieron. Se volvió a la pureza de la regla benedictina mediante la reintegración de la clásica trilogía monástica: silencio, oración y trabajo.
Hubo un cambio importante: el trabajo del campo lo realizaban los colonos, por lo tanto los cluniacenses no fueron agricultores; el trabajo manual se reemplazó por artesanía y fuerte trabajo intelectual: salmodia, lectura y estudio ocupaban la tercera parte del día. La oración litúrgica alcanzó gran solemnidad y realce gracias al desarrollo del canto gregoriano y de la solemnidad que supieron dar a las ceremonias litúrgicas. Igualmente se preocuparon de la belleza de sus templos y del decorado de los altares. Desde Cluny se impuso un espíritu de renovación que movió a toda la cristiandad. "Desde los primeros tiempos, numerosos monasterios franceses adoptaron las ideas de la reforma cluniacense.
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