Italia misma y hasta Roma empezaron a girar en la órbita de Cluny, y, al morir San Odón dejaba un ejército de discípulos animados de su mismo espíritu impetuoso y fuerte."
El monasterio de Cluny se convirtió rápidamente en el gran centro difusor de arte y cultura y logró gran expansión. Gracias a sus monasterios el arte románico se difundió por todo el mundo cristiano europeo.
Cluny enseñó al mundo medieval orden y equilibrio, armonía de vidas entregadas al servicio y en busca del bien común. En medio de un tumultuoso caos de guerras y saqueos, cada monasterio era un "oasis de paz, un modelo de organización y de orden. El mundo medieval comprendió aquel orden y este término empezó a aplicarse por primera vez a un cuerpo moral, bella y armoniosamente dispuesto, y así se dijo Ordo cluniacensis. La idea de orden se impuso a los pueblos, y con ella el concepto de fraternidad cristiana. [...]
La ciencia debe también a Cluny días brillantes, pues aunque los clunia-censes, fueron hombres de acción, [...] su obra de pacificación y reforma preparó aquel hermoso renacimiento del siglo XI. Pero son las artes, las que ganaron en aquel movimiento renovador que salía de la abadía borgoñona. Cluny amó las artes porque vio en ellas el mejor medio de embellecer el culto litúrgico.
El canto eclesiástico quedó enriquecido y perfeccionado por sus músicos, y gracias a su iniciativa surgieron por todas partes iglesias magníficamente cons-truidas y decoradas. El arte más genuinamente cristiano y religioso, el que mejor representa el espíritu medieval, espíritu de mesura y equilibrio, el arte románico, se ha llamado también, arte cluniacense, porque si no es creación de Cluny, en Cluny alcanza uno de sus mejores momentos y a Cluny debe su prodigiosa propa-gación."
A partir del siglo XIV, cumplida su misión en el avance cultural del mundo medieval, empezó una rápida decadencia de la orden de Cluny, hasta que fue suprimida en 1790. 4.4.2.6 Císter
El 24 de marzo de 1098, un abad de la abadía cluniacense de Molesmes, Roberto, amante de la pobreza, fundó en Citeaux, cerca de Dijon, una orden cuya finalidad era restablecer la austeridad primitiva de la regla de San Benito, sobre la base de soledad absoluta, trabajo manual, pobreza en el vestido y en la comida, renuncia a toda donación de tierras que no pudiera ser cultivada por los propios monjes, a toda actividad exterior y a todo ministerio eclesiástico. Era un modo de reaccionar contra el espíritu de Cluny, aristocrático e intelectualista. Los abades San Alberico y San Esteban Harding continúan con ese espíritu de reforma. Sin embargo se requiere un refuerzo.
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