No resulta extraño, entonces que no sólo se traduzcan manuscritos orientales, también textos latinos requieren ser vertidos a las nuevas lenguas que alcanza reconocimiento oficial en el siglo XIII.
La convivencia de cristianos, musulmanes y judíos determinó que en la península ibérica se desarrollara desde muy temprano -pese a la situación de permanente guerra santa contra los infieles y de estos contra los otros- una gran cultura entre los siglos X y XIV.
"La mera coexistencia y contraposición de religiosidades y dogmas cris-tianos, judaicos, paganos y mahometanos bastaron para que en el suelo de la península ibérica surgiera en todos los campos un vivísimo interés filosófico. Cuanto más apasionadamente se disputaba sobre las cuestiones últimas y eternas, tanto más urgentemente se precisaba un criterio seguro, transpersonal, un saber de exactitud matemática. Se acudió a Euclides, a Arquímedes y a Ptolomeo, los cuales ya en el siglo VIII, comenzaron a ser traducidos al árabe, y pronto fue con-siderado este idioma en Europa como el idioma de las ciencias exactas. Todavía hoy llamamos a nuestros números "cifras árabes", a pesar de haber sido inven-tados en realidad por los indios y de corresponder a los árabes tan sólo el mérito de habérnoslos trasmitido por escrito. La expresión "cifras árabes" se generaliza en el curso del siglo XIII. El término árabe "sifr" o "cifar", equivalente al indio "sunya" = "el vacío", es decir, el cero, se traduce en el bajo latín por "zefirum".
Las formas románicas "cero", "zero" indican que han sido trasmitidas a través de España, porque en el español la -f- entre vocales se pierde. En suelo español se compusieron también la mayoría de las traducciones al latín de obras matemáticas, científico-naturales, astrológicas y filosóficas escritas en árabe. Esta actividad comienza hacia el siglo XI, alcanza su punto culminante en el XII con la llamada Escuela de traductores de Toledo, y comienza a decaer de nuevo hacia finales del XIII. Si bien es cierto que también se tradujo mucho del árabe en Francia especialmente de Chartres, y en Italia, sobre todo en Sicilia y Nápoles, no obstante fue España el conducto transmisor más rico y preferido. Las condiciones para esta labor eran aquí singularmente favorables: ricas bibliotecas, con textos árabes llenos de la vieja sabiduría de Oriente, grandes señores ecle-siásticos y seglares que promovían la actividad traductora, muchos mozárabes con dos idiomas maternos, judíos políglotos y, finalmente, constantes ocasiones de ejercitarse en el papel de intérprete. No es por eso extraño que en Toledo, recon-quistada en 1085, se reunieran inteligencias despejadas procedentes de todos los países, constituyendo entre sí comunidades de trabajo, de acuerdo con los cometidos confiados por sus elevados favorecedores."
4.6 LOS MANUSCRITOS MEDIEVALES
La cultura medieval se trasmite por vía oral: es tradición que se comunica de boca a oído. Aún no existen los libros. Sólo en las bibliotecas de los conventos hay manuscritos, copiados por monjes con mucha dificultad.
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