Uno de los ejemplos más destacado es Las ricas horas de Jean de Berry, Libro de las Horas realizado para el duque de Berry.
En Italia se conservó hasta bien entrado el siglo XIII la decoración de mosaico que, sobre todo por la influencia bizantina, tanto se había utilizado en el arte románico. En estos mosaicos se mantuvieron la mayor parte de los logros del arte helenístico, como el modelado de las figuras mediante la luz y la sombra.
El proceso de transformación de la pintura heredada de los bizantinos se inicia con artistas como Cimabue. Pero la fuerza de la tradición era grande y sólo una figura de la talla de Giotto es capaz de producir la ruptura. Este artista es el verdadero introductor de la pintura moderna: con él se inicia el Renacimiento y una nueva valoración y consideración del Arte y los artistas. Giotto consigue la representación del espacio real mediante el tratamiento de las figuras con luces y sombras: el estudio de sus anatomías traducirá expresiones anímicas. Las escenas son tratadas como narraciones donde se crea la ilusión del tema que sucede delante de nosotros; el movimiento, la rotundidad casi monumental de las figuras, sus gestos dramáticos y el tratamiento de la luz presentan la escena como un auténtico montaje escenográfico.
La fama de Giotto se difundirá rápidamente y todos los pintores lo imitarán, lo que da lugar a la llamada escuela florentina. Con él cambia el concepto del artista-artesano anónimo, sólo diferenciado por la pericia y conocimiento de las técnicas tradicionales. Pasa a un primer plano el ingenio inventivo, siendo la fuerza y la novedad de la creación su mayor valor. Estos conceptos darán forma al Renacimiento y serán la base de la historia de los grandes artistas. Sus obras más destacadas son los frescos de la capilla de los Scrovegn i en Padua y los frescos sobre la vida de San Francisco de la iglesia alta de Asís.
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