La palabra iglesia, de origen griego, significa simplemente reunión, asamblea; servía para designar a los grupos de personas que se reunían en torno a las enseñanzas de Jesús. Posteriormente se aplicó a la institución que agrupaba a esos creyentes. Según narran los Hechos de los Apóstoles, primitivamente la comunidad de cristianos se organizó en torno al apóstol que la había convertido al cristianismo; era regida por un Consejo de Ancianos, los presbíteros en griego, entre los cuales se elegía un obispo (del griego episcopos, inspector) que servía de guía espiritual en ausencia del apóstol fundador. Sus asistentes se llamaban diáconos. Esta estructura dio origen a las Órdenes Sacerdotales que constituyen una jerarquía dentro de la Iglesia, Comunidad de fieles. En los siglos IV y V la Iglesia distinguió entre órdenes mayores (episcopado, presbiterado y diaconado) y órdenes menores (acolitado, exorcistado, lectorado y ostiariado).
Los fieles se organizaron en parroquias que, a medida que se propagó el cristia-nismo configuraron exarquías o provincias; a la más importante se le dio el nombre de metrópoli ('ciudad madre') y al obispo que la regía, metropolitano. Cuando surgía algún problema dentro de la provincia, se celebraban reuniones a las que se llamaba, como hasta el día de hoy, sínodos. Desde los primeros tiempos se reconoció la primacía de Roma sobre todas las otras exarquías y metrópolis, por haber sido sede de Pedro, el Príncipe de los Apóstoles. Sólo entre el 590 y el 604 se confirma oficial y explícitamente la primacía del obispo de Roma que desde mediados del siglo IV recibía el nombre de Papa (Padre). Se le definió como el primero entre todos los obispos y juez supremo en asuntos religiosos, dogmáticos y disciplinarios.
A esta organización de hombres consagrados a Dios y al beneficio de la comunidad, y que vivía en contacto con el mundo, con la sociedad, se la denominó secular (propia del siglo). Paralela a esta existía otra organización a la que se denomina regular, por cuanto sus integrantes vivían sometidos a una regla, a un modo de vida particular determinado desde los primeros tiempos de la Iglesia.
Hubo hombres que se sintieron llamados a la oración y al recogimiento, aislados del mundo. Primero vivieron como ermitaños ('quienes viven en la soledad), anacoretas (los que viven retirados), ascetas (continentes, los que prometen castidad permanente y renuncian a los bienes materiales) en lugares de difícil acceso. Posteriormente se reúnen en torno a un maestro y guía espiritual.
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