Tal como sucedía en las cofradías de artesanos, se iban pasando etapas: de paje a aprendiz, luego a escudero y finalmente, tras cumplir con la vela de armas, su señor lo nombraba caballero, al servicio de la cristiandad, de su rey y de su dama.
La necesidad de reconquistar y defender los Santos Lugares y a la vez, proteger a los peregrinos que se dirigían a ellos, motivaron la creación de instituciones que reunían características militares y religiosas. Dependían directamente de la Santa Sede; pronun-ciaban el voto de guerrear constantemente contra los enemigos de la religión cristiana, además de los que comprometía a cualquiera de los religiosos que ingresaban a algunas de las grandes órdenes religiosas existentes. Por esta razón, se adscribieron, con la aprobación pontificia y la de los reyes pertinentes, a Reglas como la de San Agustín o la benedictina del Císter. Se les llamó Cruzados, porque los caballeros llevaban una gran cruz de tela roja sobrepuesta o bordada en la túnica y en el manto. Se regían por un Consejo cuyo jefe supremo era el Gran Maestre.
Templarios, Caballeros del Hospital -posteriormente de Malta-, del Santo Sepulcro, de los Lazaristas y de los Caballeros Teutónicos fueron las órdenes al servicio de los peregrinos y los encargados de velar por los Lugares Santos.
En España, además de las mencionadas, surgieron las Órdenes Militares de Santiago, de Calatrava, Alcántara y Montesa que en más de una ocasión mencionaremos en relación con la literatura.
5.5 CABALLEROS Y LIBROS DE CABALLERÍAS
No sólo existieron estas órdenes de Caballería. Surgió una abundante e interesante literatura en torno al tema de la Caballería. Algunos escritos teorizaban acerca del hacer caballeresco y dictaban una verdadera preceptiva al respecto. No podemos dejar de recordar El Libro de la Orden de Caballería de Raimundo Lulio, compuesto, probablemente hacia 1275 y que, en su introducción, servirá de modelo a una de las más famosas novelas de caballería hispanas, Tirante el Blanco del caballero valenciano Juan Martorell y conti-nuado, a la muerte de éste, por mosén Martín de Galba, obra impresa en Valencia en 1490.
Empieza Raimundo Lulio en el prólogo relacionando su Libro con los planetas: "Por la significación de los siete planetas que son cuerpos celestes y gobiernan y ordenan los cuerpos terrestres, dividimos este Libro de Caballería en siete partes, para demostrar que los caballeros en honor y señorío exceden al pueblo para ordenarlo y defenderlo. La primera parte es el Principio de la Caballería. La segunda es del Oficio del caballero. La tercera es del Examen que se debe hacer al escudero cuando quiere entrar en la Orden de Caballería. La cuarta es del Modo con que debe ser armado el caballero. La quinta es De lo que significan las armas de los caballeros. La sexta es de las Costumbres que debe tener el Caballero. La séptima es del Honor que se debe hacer al caballero".
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