Históricamente, las Órdenes de Caballería iniciaron su decadencia tras la última Cruzada; pero no terminó allí su influencia, por una parte se mantuvieron como defensores del Mediterráneo y por otra se constituyeron en materia y tema de leyendas y tradiciones que instauraron el mito de la Caballería andante. En España, otro de los más antiguos libros de caballería de este tipo es la Historia del caballero de Dios que avía por nombre Cifar; probablemente de la primera mitad del siglo XIV, revela influencia de la novela bizantina y de la tradición celta. En torno a los míticos reyes Arturo de Inglaterra y Carlomagno de Francia surgen dos órdenes de caballería legendarias: la de los Caballeros de la Mesa Redonda y la de los Doce Pares de Francia.
Según las leyendas célticas medievales, en York, en el siglo V, Artús (Arturo), hijo del rey Uther, por consejo del mago Merlín organizó a los caballeros de su reino en un consejo real, compuesto, en un principio por veinticuatro caballeros, y luego por cincuenta, aunque hay tradiciones que afirman que sólo eran doce, todos compañeros del rey Arturo. Cada caballero, incluido el rey, tenía un lugar predeterminado en una mesa redonda, signo de igualdad y una forma de evitar preferencias. Cuenta la leyenda que estaba confeccionada de mármol y en ella se grabaron los nombre de los caballeros. Entre estos caballeros, se destacaron Galaor, Tristán, Lanzarote y Parsifal. Para celebrar las hazañas realizadas en Bretaña, en Galia, o en busca del Santo Grial, se escribieron numerosos poemas y libros de caballería, que forman el ciclo, denominado bretón o de la Mesa Redonda.
A la tradición de los doce Pares de Francia pertenece la Canción de Roldán; Rolando o Roldán fue uno de los doce pares de Francia, caballero de Carlomagno, rey en torno al cual se tejió tempranamente una romántica leyenda. Hijo de Pipino y de Berta, la de los grandes pies, se le consideró el vencedor del mundo pagano; según cuenta la tradición, arrasó templos y cultos druídicos, envió misioneros para convertir a los infieles. Detuvo el avance del Islam. Era el defensor, por excelencia, de la cristiandad. Fue, en Francia, el héroe más importante. Sus acciones y las de sus caballeros, los doce pares de Francia, Roldán, Oliver, Ogier el Danés, Renaud de Montauban, entre otros, fueron el tema predilecto de las canciones de gesta francesas. Las narraciones, muchas veces míticas de sus hazañas, constituyeron el ciclo carolingio de los relatos caballerescos y los encon-tramos como base de las Novelas de Caballería. En España, a fines de la Edad Media se cantan sus hazañas en romances que todo el pueblo recitaba.
Era habitual que, en los momentos de descanso, si alguien sabía leer, leyeran historias caballerescas como las de Amadís de Gaula, Tirante el Blanco. El clero consideraba nefastas estas historias, por cuanto el pueblo no lograba discernir entre lo falso y lo verdadera y, como le sucedía al ventero de la inmortal obra de Cervantes, creían a pies juntillas que todo cuanto se narraba en ellas había sucedido tal como allí se relataba.
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