Gabriel Garcia Marquez: La siesta del martes
La ideología y las relaciones entre clases y sexos
Las mujeres, los niños, los pobres y los desventurados suelen jugar un papel marginal en la sociedad, pero son imprescindibles para la obra de Gabriel García Márquez. Estos personajes son presentados realisticamente en toda su complejidad y sencillez a la vez, desnudados hasta sus emociones, pensamientos, pecados y deseos más profundos y así revelando lo extraordinario en cada uno de ellos. Tras un corto episodio en la vida de unas cuantas personas aparentemente insignificantes Gabriel García Márquez nos deja descubrir una amplísima gama de emociones, personalidades, pasados y presentes de sus personajes convirtiéndolos instantáneamente en unas personas tridimensionales. De ese modo conocemos a señora Centeno quien viaja con su hija a un pueblo distante para visitar la tumba de su hijo recientemente matado. A pesar del dolor, del calor extremo, de su pobreza y de la situación desconocida en la que se encuentra, la madre se comporta con una dignidad, estoicismo y firmeza de su carácter descomunal.
Las dos protagonistas principales, la madre y su hija de doce años, juntas aguantan el calor del mediodía en agosto en un tren que les lleva al pueblo donde su hijo está enterado. El calor es insoportable y las dos viajeras están vestidas de negro, pero ninguna de ellas se queja. Aún la niña se comporta muy disciplinadamente y sigue el ejemplo de su madre. Ésta la advierte a la muchacha estrictamente de no llorar y ella misma sigue sus propias palabras y oculta sus emociones perfectamente. Cuando llegan al pueblo todo el mundo está gozando de la siesta, pero la madre está determinada de visitar la tumba de su hijo antes de que salga el tren y por eso necesita las llaves del cementerio inmediatamente. Cuando se las pide del cura, se enfrenta con un representante de una clase más alta, profesión más prestigiosa y sexo más dominante que es el suyo. A pesar de eso, esta mujer tan pobre e ineducada controla la situación y aun el sacerdote reconoce su autoridad natural. En cuanto a la clase social y sexo, en la casa del cura ocurre una inversión de papeles y la mujer que debido a la vida muy dura parece ser más vieja de lo que realmente es, sudando en su vestido de luto muy humilde demuestra mucha dignidad, sabiduría y confianza, los atributos que le faltan al cura en ese instante. Este intercambio de poder alcanza su punto máximo cuando el cura pregunta sobre su hijo que hace una semana fue matado intentando de robar una casa en el pueblo. La madre expresa su certidumbre en la buena naturaleza de su hijo quien no robaría si no sería el único modo de sobrevivir y sostener a su familia. Ella misma aprobó de su profesión a condición de que el hijo nunca robara cosas esenciales de los pobres. Ella también explica que su hijo solía boxear para ganar dinero, pero tuvo que dejarlo debido a las lesiones y sufrimiento físico que resultó de este trabajo. Aquí uno aprende que para un muchacho de aquel tiempo y en aquellas condiciones realmente no había otra opción de sobrevivir y ayudar a su madre y hermana que ser un ladrón. Este conocimiento es comprobado por un episodio retrospectivo en el cual el hijo, Carlos Centeno, fue matado y al punto de morirse dedicó sus últimas palabras a su madre. La fe absoluta de señora Centeno en la buena intención de su hijo contrasta con la duda del cura sobre la voluntad del Dios en asuntos como éste. Cuando el cura se da cuenta de que el pueblo sospecha la identidad de la madre, quiere pararla y prevenir problemas, pero ella se va con una determinación y firmeza tan propias de su carácter.
Mediante la protagonista principal femenina en este cuento y su relación con otros personajes el autor expresa su visión humanista del mundo en general y de la gente ordinaria en particular. En esta obra la moralidad, la dignidad, la honra, y la fuerza no están vinculadas al género ni cierta clase social sino que son cualidades universales de los seres humanos cualquiera que sea su condición y situación. Tanto los pobres como los ricos, las mujeres como los hombres y los niños como los adultos, todos tienen la capacidad de poseer una virtud, fe y honradez inquebrantables. Esta perspectiva es muy optimista, pero también cruda a la vez ya que demuestra que la pobreza material en ningún caso puede servir como una excusa para la decadencia moral y espiritual.
El tema principal de la obra es la crítica en un nivel global y sobre todo en el nivel individual. Si la más pobre de los pobres, una mujer ineducada, madre de un ladrón puede comportarse con tanta dignidad y serenidad como la señora Centeno, nadie puede justificar su corrupción, e inmoralidad. El autor expresa su convicción de que no todos los seres humanos somos iguales en cuanto a la clase social, sexo, profesión y educación, pero sí lo somos en la capacidad de mantener nuestra integridad y conciencia.
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