Hugo Chávez es un nombre que nunca deja de ser presente tanto en la consciencia de los Venezolanos como en los debates políticos detrás de las fronteras de su país. Sea a través del poder de las palabras, o mediante el dinero vinculado al petróleo, Hugo Chávez tiene una capacidad de crear nuevos partidarios de sus ideas del socialismo del siglo XXI y el bolivarianismo venezolano. Es un presidente que dispone de recursos económicos bastante significantes, poder político bien establecido y un carisma fuerte. Sin embargo, en la política nacional e internacional esas características no siempre garantizan cooperación y afiliación, sino también incredulidad y el miedo de la amenaza potencial. Con estas circunstancias es solamente natural que la figura y política de Hugo Chávez sean generalmente percibidas como controversiales.
Aunque en primera vista el apoyo del chavismo de los países Latinoamericanos no es tan evidente como el de Cuba, la red de los beneficios mutuos se extiende a lo largo del continente sudamericano. En cuanto al comercio y política, Bolivia, Argentina, Brasil y Chile pueden hasta cierto punto considerarse los aliados más fieles de Venezuela. Con estos países Chávez ha establecido una cooperación social, cultural y sobre todo económica basada en las promesas del desarrollo de la infraestructura y servicios, intercambiados por la afiliación política y un mercado abundante para los bienes y productos de la industria petrolífera venezolana. En otras palabras, Chávez sabe muy bien que la propagación de los ideales no ocurre gratuitamente y que algunas veces hay que pagar para tener amigos. Uno puede solamente especular cual seria el apoyo del chavismo en la escena internacional sin la dependencia económica. De todos modos, la ayuda económica y energética parece ser un motivo para la afiliación con Chávez al menos tan potente como los ideales del bolivarianismo, humanismo, socialismo e indigenismo.
Para fortalecer su posición en el ambiente nacional, Chávez parece estar aplicando una estrategia fundamentalmente diferente. Aunque todavía ofreciendo las ideas de la igualdad, justicia, desarrollo y prosperidad, aquí está utilizando unas tácticas menos diplomáticas y más radicales. Su reforma de la constitución, la formación de un único partido izquierdista, PSUV, y la abundancia de los militares en el gobierno pueden percibirse como los pasos hacia una dictadura bastante evidentes. A un observador neutral le puede parecer extraño que los venezolanos elijan de presidente a un criminal, no se den cuenta de la verdadera trayectoria de Hugo Chávez y son ignorantes de los posibles fines de la democracia en Venezuela, pero la realidad es mucho mas complicada y la perspectiva mucho más relativa. Hay que tener en cuenta que los términos la dictadura y el despotismo son muy bien establecidos en los diccionarios latinoamericanos, tienen muchos matices únicos y probablemente evocan sentimientos diferentes en los venezolanos que en los ciudadanos de los EE.UU. o Europa. Venezuela es uno de los países donde los gobiernos militares no son un extremo, sino casi una norma. Dada la historia de este país, los cuestionables pasos políticos de Chávez que en muchos casos carecen de transparencia e integridad, pueden ser considerados por los ciudadanos como una forma típica de gobernar o por lo menos como unos problemas no demasiado graves de un sistema funcional y satisfactorio.
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