Literatura española medieval
INTRODUCCIÓN Mapa de la hoya mediterránea 1. GEOGRAFÍA. En el continente europeo encontramos tres grandes penínsulas meridionales, sedes de grandes culturas integradoras del saber oriental y de una visión innovadora europea: Penínsulas Balcánica Itálica e Ibérica. Esta última se encuentra situada en el extremo sur oeste bañada por los mares Cantábrico, Mediterráneo y Océano Atlántico. Representa la vigésima parte aproximadamente del continente europeo del que está separada por los Pirineos.
Promontorio irregularmente pentagonal -sus vértices están determinados por los cabos de Creus, Gata, Punta Marroquí, San Vicente y Finisterre- de 600 metros de altitud sobre el nivel del mar, gracias a las altiplanicies que conforman las dos quintas partes del territorio y que constituyen una unidad central, la Meseta (210.000 km.) dividida por la Cordillera Central, en Meseta Norte, regada por el Duero y Meseta Sur, regada por el Tajo y el Guadiana. Península Ibérica
A través de toda la Península se encuentran sistemas montañosos que dificultan la conexión de unas regiones con otras: Macizo Galaico y Montes de León al NO, Cordillera Cantábrica al Norte, Montañas vascas al NE, sistema Ibérico en dirección SE, va de Burgos a Sant Just, Cordilleras Béticas y sierras Subbéticas, al SE el sistema Penibético de Almería a Tarifa, al Sur Sierra Morena y la Cordillera Mediterránea oriental; el Nudo de Albarracín, y el de Javalambre en los límites de las provincias de Cuenca, Teruel, Valencia y Castellón. La Cordillera Carpetana entre el Duero y el Tajo, los Montes de Toledo en la sierra de Guadalupe; la Cordillera Mariánica, Albacete; estas elevaciones encierran amplios valles y depresiones: Al NE se distingue una depresión lateral, la del Ebro, llamada fosa tectónica aragonesa, al S0 encontramos la depresión Bética, la cuenca del Guadalquivir, fértil campiña de Andalucía.
En la red fluvial de la Península distinguimos ríos de mayor extensión como el Tajo, el Duero y el Ebro que riegan una extensión superior a los 900 km., en tanto que el Guadiana, el Guadalquivir y el Júcar cubren de 900 a 500 km. Ubique los accidentes geográficos mencionados
2. POBLACIÓN. La Península Ibérica aparece poblada desde el cuaternario por comunidades similares al resto de Europa: el homo neanderthalensis ha dejado vestigios de su industria lítica en las terrazas fluviales del Manzanares, Henares, Tajuña, Duero y Tajo. Vivían en tribus distribuidas en la costa mediterránea y Andalucía entre los siglos VI y I a.C.; los historiadores griegos los llamaron ibéricos.
En el siglo VIII a.C. penetran en la península ibérica los celtas que habitaron desde el SO de Alemania hacia el sur. Tenían gran capacidad de adaptación y habilidad artesanal; y se ubicaron en el interior de la península.
Resulta interesante y misteriosa la comunidad de los tartesios que habitaban la cuenca baja del Guadalquivir hasta el Atlántico. Alcanzaron tempranamente nivel urbano y cultura superior a las otras tribus. Los griegos llamaron Tartessos a su capital, cercana a la desembocadura del Guadalquivir, desde la época de Salomón, identificándola con la bíblica Tarsis, Tarchich o Tharsis.
No se sabe con exactitud cuándo los judíos establecieron colonias en la Península. En la Biblia (Abdías I, 20) se menciona Sefarad; la tradición judaica lo aplicó a la península y se designó con el gentilicio sefardí a los "judíos oriundos de España" según el Diccionario de la Real Academia Española. Los fenicios de tradición marítima y comercial fundaron factorías: Gadir (Cádiz); Málaca (Málaga), Abdera, Casteia (Algeciras). También los griegos fundaron colonias: Emporion (Ampurias). Los cartagineses se establecieron en el sur de España, desalojando a los griegos, fundaron Cartago Nova (Cartagena); su dominio fue más opresor y militarista que los anteriores y se extendió hasta el año 205 a.C. cuando los romanos los expulsaron de Cádiz.
3. LOS ROMANOS. Para contener la expansión cartaginesa, los romanos sitian Sagunto hasta que la ciudad se rinde. Publio Cornelio Scipion se apodera de Cartagena y expulsa a los cartagineses (205 a.C.), empezando así un arduo combate con los pueblos celtiberos para conquistar la península. En la resistencia se destaca Viriato y es notable la defensa de Numancia (135 a.C.). Deseoso de unificar y pacificar la península, Augusto declara a España provincia romana en el año 38, punto de partida de la era española. Empieza la romanización de España, con excelentes frutos para el Imperio y para la Península: lengua, religión, arte, instituciones jurídicas, disciplinas y técnicas nuevas para el cultivo del suelo y la industria; carreteras, caminos que conducían a Roma y conectaban con el mundo conocido, fundación de ocho nuevas ciudades, escuelas, monumentos: puentes, acueductos, termas, teatros, circos se construyen en toda Iberia; a la gloria del Imperio Romano, España aportó filósofos y poetas: los dos Sénecas el retórico y el filósofo, Quintiliano el preceptista, Marcial, el poeta satírico, Lucano, poeta épico, Pomponio Mela, geógrafo. El aporte tal vez más valioso es la lengua que hacia el siglo III a.C. se generó en el Lacio; notable por su claridad y precisión, compañera del imperio, el latín conquistó las mentes con tanta fuerza y eficiencia como los romanos conquistaron la tierra. El latín tanto en su variedad culta literaria escrita, el latín clásico, cuanto en la forma popular del decir cotidiano, el sermo vulgaris o rusticus fue cultivado en cada región de la Romania y recibió la influencia de la lengua conquistada, el sustrato. Lentamente el sermo vulgaris fue cambiando en sus sistemas fonético, morfosintáctico y léxico, fragmentándose en muchos dialectos derivados del latín y a los cuales se llamará romances.
4. INVASIONES GERMÁNICAS. Bajo la presión de los hunos en el 376 los visigodos empezaron a cruzar el Danubio en una invasión pacífica autorizada por el emperador romano, para establecerse en la actual Bulgaria. Desde ese momento resultó imposible detener a los pueblos germánicos que en sus correrías, cada vez más agresivas, fueron paulatinamente ocupando las provincias romanas. En el 405 empezó la gran invasión: los suevos llegaron hasta Florencia, alanos, vándalos, y burgundios ocuparon Galia, y los primeros se apoderaron de la Península Ibérica y llegaron hasta África. En el 493 los Ostrogodos se establecieron en Italia para defenderla de otros pueblos invasores. Aunque no había emperador en occidente el imperio perduraba nominalmente, por cuanto el de Constantinopla se consideraba soberano absoluto de la Romania en oposición a los jefes bárbaros que buscaban medios para constituirse reyes.
En el 507 los visigodos fundaron un vasto reino con capital Toledo que abarcaba Galia Meridional y casi toda España con excepción de la zona ocupada por los vándalos, (V)andalucía. Desastroso final tuvo la monarquía visigoda cuando en el 711 el ejército musulmán al mando del general Tarik y apoyado en el descontento de los hijos del rey Witiza, invade la Península dando comienzo a un lapso de 8 siglos de conquista por parte de los musulmanes y reconquista cristiana que culminará con la expulsión de musulmanes y judíos en 1492.
5. LOS MUSULMANES. Desde el punto de vista de la conquista musulmana podemos distinguir cuatro etapas, en el lapso comprendido entre 711 y 1492:
1) Emirato dependiente de Damasco, sede de los califas de Oriente. 2) Califato. Tras ser destronado por los Abbasidas, Abderrahmán I de la familia de los Omeya, huye a la Península y la constituye en Emirato independiente con Córdoba como capital (756). Su sucesor Abderrahmán III toma el título de Califa (912). Se inicia una etapa de gran florecimiento cultural y de apogeo político y cultural del Imperio Musulmán en España.
3) La decadencia de la dominación musulmana empieza a configurarse en la primera mitad del siglo XI cuando la unidad del califato se ve quebrantada por la ambición de los gobernadores de las provincias que se declaran independientes, constituyendo los reinos de Taifa (1035). 4) La debilidad de estos reinos los lleva a celebrar pactos con los reyes cristianos o a pedir ayuda a los musulmanes del norte de África. Lentamente fueron absorbidos por unos u otros, quedando la dominación musulmana reducida al reino de Granada que caerá en 1492.
6. RECONQUISTA. Tras el primer impacto de la derrota los nobles cristianos se refugiaron en las montañas cantábricas al norte en Asturias. Se reunieron en torno a don Pelayo quien organizó la resistencia; logró derrotar a los musulmanes en la batalla de Covadonga cerca de Cangas de Onís. Se constituyó el reino de Asturias. A medida que avanzó la reconquista se perfilaron otros reinos: el de León, el de Castilla que nació como Condado, Navarra, Aragón, la Marca Hispánica, Cataluña. Nos interesa principalmente el hacer del reino castellano, en cuanto será el gestor de la unidad hispana. Entre sus reyes recordemos al Rey Alfonso VI y junto a él al Cid Rodrigo Díaz de Vivar; Alfonso X el Sabio y sus Escuelas de Traductores, y a Isabel de Castilla que con su esposo Fernando de Aragón logran la unidad de España.
7. SANTIAGO DE COMPOSTELA Y LAS PEREGRINACIONES. En el año 813 se descubrió en un monte de la región de Amahía, cerca de la antigua ciudad episcopal de Iria Flavia (Padrón) un sepulcro que según la tradición guardaría los restos del apóstol Santiago. Este apóstol habría venido a España probablemente a predicar el evangelio a las comunidades judías de la península. De regreso a Jerusalén fue decapitado; sus discípulos Atanasio y Teodora consiguieron trasladar su cuerpo a España y para salvarlo de los paganos, ocultaron su cadáver; durante siglos se ignoró el sitio. Un día un ermitaño de Santa Fiz vio una luminaria como estrella luciente que, saliendo de un altozano, iluminaba todo el paisaje circundándolo de un extraño halo. Desde antiguo se había hablado de la predicación del apóstol en España, pero solo en el siglo VIII esta tradición se difundió: en el sitio señalado por la luz descubrieron un sarcófago romano y se consideró que los restos pertenecían al apóstol Santiago. El rey Alfonso III el Casto mandó a edificar una modesta capilla sobre el sepulcro y hacia el oriente una iglesia dedicada al Salvador y casas para una fundación benedictina que ofrecería hospedaje a los peregrinos.
Gracias a la protección del rey y al celo del obispo Teodomiro, pronto surgió una animada ciudad: Compostela (Campus stellae). En las peregrinaciones tomaron parte el rey de Francia Luis VII y sus familiares junto a nobles, sacerdotes, villanos y siervos, desde ese momento, mediados del siglo X, el camino a Santiago de Compostela fue profusamente transitado llegando a ser vía de influjos recíprocos entre España y otros países. Santiago de Compostela llegó a ser la capital religiosa y cultural de León: "Por la ruta fluía la vida europea, ideas, artes y costumbres ultraperinaicas que traían peregrinos, mercaderes franceses, italianos, alemanes, ingleses, flamencos, provenzales, gascones, borgoñones, normandos, todos los cuales eran llamados normalmente francos" (Valdeavellanos: 1952, p. 82). Los peregrinos iban a Roma (romeros) a Jerusalén (palmeros) o a Santiago de Compostela (jacobinos). A partir del siglo XII las peregrinaciones aumentaron considerablemente porque se les concedió la gracia del jubileo. Organizador y propagandista de las peregrinaciones a Santiago de Compostela fue don Diego Gelmírez, primer arzobispo.
¿Cómo se llegaba a Santiago de Compostela? La primera ruta fue difícil, tortuosa. Sancho el Mayor (1000-1035) hace que el camino atraviese por tierra llana lo que incrementó la peregrinación; al camino se le llamó camino francés aunque resulta difícil precisar la proporción de franceses que acudían a Santiago; a todos los peregrinos venidos por caminos pirenaicos se les llamaba indistintamente franceses.
8. LA INFLUENCIA FRANCESA. A lo largo de la ruta de peregrinación que se iniciaba en París los benedictinos de Cluny habían establecido conventos para hospedar a los viajeros; en España hubo más de veintiséis de los cuales el más importante fue Sahagún, llamado el Cluny español. La influencia de los monjes cluniacenses empezó a operar en España bajo el reinado de Sancho el Mayor de Navarra. Sorprende la ingerencia de estos monjes en los asuntos de España influencia que en Castilla es muy evidente a partir del rey Alfonso VI que desposó a princesas de Aquitania y Borgoña. Franceses y cluniacenses fueron los primeros arzobispos de Toledo, los legados del Papa, don Bernardo, abad de Sahagún era francés y Alfonso lo nombró obispo de Toledo, obispado que ejerció durante cuarenta y cuatro años, trajo monjes franceses y entre ellos un venerable varón llamado don Gerónimo, el mismo al que el Cid nombró obispo de Valencia. La influencia cluniacense contribuyó a secundar la influencia de los Papas Romanos y defendió la liturgia romana contra la mozárabe, a la vez que favoreció el intercambio cultural y artístico en la Península. Se introdujo la escritura carolingia o francesa en tanto que la letra visigoda o nacional desapareció a mediados del siglo XII. Franceses fueron los yernos de Alfonso VI, príncipes borgoñones; medio francés su sucesor al trono, Alfonso VII, educado bajo la dirección del obispo de Santiago, Gelmírez, que aunque gallego, era francés de corazón y sucesor en la silla episcopal de un monje cluniacense; rodeado de clérigos franceses enviaba a los sacerdotes gallegos a perfeccionar sus conocimientos en Cluny.
9. CONSIDERACIONES FINALES. El Imperio Romano se fortalece gracias a la unidad que fundamenta en pilares culturales fortísimos: unidad política, lingüística, religiosa y jurídica. Podemos observar que más allá de la decadencia y fragmentación de la Romania permanecerán vigentes en los siglos posteriores. Cuando decimos que con las invasiones germánicas cae el imperio romano, en verdad debemos reconocer que sólo se pierde la unidad política, es el poder temporal; la institución imperio con sentido unitario, se ve reemplazada por la multiplicidad de los reinos germánicos; aún se conserva la unidad lingüística, la religiosa y la jurídica hasta el siglo XIII en el que se reconoce y da carta de ciudadanía a algunos dialectos que pasan a ser lenguas romances, oficiales en algunos de los centros culturales del siglo XIII: castellano, francés e italiano. En la Península Ibérica reconocemos como centros culturales el castellano, el gallego portugués, el catalán, y el Al-Andalus. La unidad religiosa, que simbólicamente se entroniza en la Roma cesárea y desde allí gobierna la cristiandad, el Papa revestido con la triple tiara del poder: espiritual, mental y físico, hasta que un monje de Sajonia Lutero en 1517, proclama las 95 tesis que significarán un cisma que dividirá a la cristiandad entre católicos y protestantes.
El Imperio Romano pesa sobre los pueblos europeos. Cada cierto tiempo surge un gobernador, rey o emperador, que concibe como misión de su vida la reconquista del Sacro Imperio Romano. Sólo así podemos entender gestos suicidas de conquista y anexión de reinos y países propios de la historia europea. Carlo Magno, Carlos V de Alemania, Napoleón, Hitler. Y este afán se basa tal vez en el fundamento jurídico que aún nos sustenta el Sacro Imperio Romano se constituye sobre la base de la Ley Romana y hasta el presente no hemos captado cuán fuerte es el Sacro Derecho Romano al que encontramos como raíz y fundamento de las actuales constituciones. España intuyó la importancia de estos cuatro fundamentos y los proyectó en su definir nacional, con posterioridad al Medioevo.
Reiteramos, durante los siglos medievales, no existe el concepto de naciones modernas por cuanto tras la caída del Imperio Romano se pierde la unidad física, estatal de la Romania, pero se mantiene la unidad espiritual: la lengua y la religión. No existen fronteras políticas y las naturales no impiden las comunicaciones: hay centros culturales, verdaderos focos de irradiación. En España Castilla, Al Andaluz, Cataluña, Galicia; en Francia, Provenza, Bretaña, Picardía, Ile de France, en Italia Florencia, Nápoles, Lombardía.
Nos centraremos en el foco castellano y desde él veremos cómo se produce la interinfluencia cultural y cómo influye la cultura musulmana que caracteriza al Al-Andaluz.
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